Todo empieza en el archivo cuando comienzo a descubrir que hay cosas que no me cuadran, contratos que no sé por qué existen ni entre quién o para qué. Todo este mercantilismo surge en la Santa Sede, pero va mucho más allá. Porque este espacio de negocio que aparece entre Roma y el resto del mundo católico, con España con un papel protagonista, sirve para articular, especular y negociar con la gracia papal. Entre los siglos XV y XVI muchos estados en Europa necesitan dinero, y una respuesta muy interesante la da la Santa Sede con la mercantilización y comercialización de esa capacidad del Papa para salvar trabas legales como la de casarse con un pariente, salvar la edad mínima para ocupar un cargo o para hacer operaciones con rentas eclesiásticas. Y para todo ello surge la figura del intermediario, ya que todo se tiene que hacer en la curia de Roma, de manera que van a aparecer compañías de profesionales a medio camino entre lo eclesiástico y lo comercial que tienen contacto con banqueros internacionales y saben mucho de cuestiones de Derecho. Y a estos curiales acude la gente para transmitir sus peticiones.