Desde el principio del periodo hispanomusulmán, una de las industrias con más calidad técnica y decorativa fue la fabricación de tejidos. A lo largo de todos los periodos, su riqueza y belleza les convirtió en materiales admirados y apreciados, objetos de regalos protocolarios y solicitados fuera de las fronteras hispanomusulmanas, lo que ha favorecido su conservación y reutilización a lo largo del tiempo.
Estos ricos tejidos, incluso manteniendo un tipo de vestuario a la moda musulmana –“a la morisca”, como se llamaban–, eran usados para las grandes ceremonias y con ellos se enterraban a altos dignatarios. Además sus restos se usaban una y otra vez para forrar cajas, relicarios y, en muchos casos, formaban parte de piezas del culto cristiano.