Junto a la sociedad oficial existían unos grupos de personas que, por su origen, su forma de vida o su propia condición, llevaban una existencia aparte, aunque viviesen en la misma ciudad. En algunos casos la asimilación se producía trabajasamente, en otros, la fusión con el resto de la sociedad se hacía imposible. Se trata de los moriscos, los esclavos y los gitanos. Otro colectivo mal visto pero sin embargo, integrados y poderosos, son los judeoconversos; las claúsulas de «limpieza de sangre» fueron una auténtica persecución, aunque la sorteaban con cierta facilidad.