Se ha cansado de reivindicar a Ibn Arabi, sin demasiado éxito, el filósofo barcelonés afincado en Nueva York Eduardo Subirats, que lleva décadas situándolo como pensador clave en la historia de la cultura española y figura sin la que no se entendería la obra de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz. Ya el profesor e insigne arabista Miguel Asín Palacios (1871-1919) hablaba, a comienzos del pasado siglo, de la importante influencia que los escritos del poeta, teólogo y místico sufí Ibn Arabi (Murcia, 1165-Damasco, 1240) dejaron en la Comedia de Dante, y en particular en su concepción del infierno y del paraíso, una teoría que el popular semiólogo italiano Umberto Eco festejó con profusión tiempo después.