Imaginemos por un momento que en alguno de los múltiples juegos de estrategia civilizatoria como el Ages of Empires o Civilations arrancáramos nuestra partida situados en Andalucía. En los primeros turnos tendríamos que disponer e invertir en el trazado de nuestros caminos y rutas. ¿por donde los dispondríamos? A buen seguro habríamos establecido asentamientos próximos a las zonas bien irrigadas y/o con riqueza mineral o natural y nuestras rutas discurrirían conectando los asentamientos aprovechando la ventaja de la comunicación fluvial. Pronto habríamos comenzado también a intercambiar productos y las posibilidades de navegación de la época habrían hecho florecer puertos en los puntos donde la geografía ofrecía buen resguardo. El comercio con los vecinos más próximos, al norte de África, habría privilegiado ubicaciones en la zona mejor conectada con ellos.
Nuestros ancestros hoy hace milenios discurrieron con esta misma racionalidad y de ahí que nuestras principales urbes se asentaran en la costa (Málaga, Cádiz, Huelva, Almería) y en la rivera del Guadalquivir (Sevilla, Córdoba). No es casual que su principal ruta fuera la Vía Augusta que discurría junto al río Betis buscando conectar con los Pirineos por la costa Mediterránea.