“Si controlas el petróleo, controlas a las naciones; si controlas la comida, controlas a la gente”. Henry Kissinger.
Kissinger hizo esta declaración en un momento en el que la política exterior de los EE. UU. se centraba en “contener” la expansión del comunismo. Decía esto y, a pesar de ello y de toda la propaganda y terrorismo de la que eran víctimas la gente del tercer mundo, esa gente en Latinoamérica, África y Asia seguía abriendo sus brazos al comunismo. Más que la teoría de Marx o el ejemplo de la USSR, era la reforma agraria –la división de grandes latifundios en pequeñas granjas familiares, en tierras de poca urbanización– lo que atraía a la gente.