A principios del siglo XXI, podemos presumir de que España ha llegado a la cumbre de la alta cocina, de nuestros chefs estrellados, de técnicas y platos exportados al resto del mundo. Pero pocos saben que fuimos una potencia mundial en estas cosas de la mesa hace más de mil años. Fecha: entre los siglos IX y XIV. Destino: al-Ándalus. Encendamos pues la máquina del tiempo y veamos qué se cocía en aquellos fogones de Córdoba o Granada.
Año 822. Llega a Córdoba un joven músico exiliado de Bagdad. Viene invitado por el mismísimo emir y se llama Abu al-Hasan Ali ibn Nafi’, aunque pronto será conocido en todo el sur de la Península Ibérica como Ziryab (mirlo negro). Revoluciona la música y la poesía del emirato cordobés a la vez que impone modas y costumbres persas en la ciudad, como el flequillo o la pasta de dientes. De gustos refinados y amante de la gastronomía, Ziryab descubre que al-Ándalus es un país rico en ingredientes, huertas y cultivos pero poco elegante en el comer. La cocina popular es una mezcla de origen romano, visigodo, sirio y bereber, dispuesta sin orden ni concierto incluso en los banquetes reales.