Tebrae no es un libro lineal. La poética de Tebrae nos acerca, de algún modo, a la del cineasta ruso Tarkovsky en su corta obra cinematográfica. No hay un argumento lineal, sólo se siguen secuencias del tiempo que acaban formando ante la mirada del lector, un conjunto relativo, necesariamente distinto de la de otro lector. El libro no empieza, puede terminarse en cualquiera tebria, en cualquier momento, como la vida misma. Lo mismo que en Rayuela de Julio Cortázar, el lector tiene diferentes maneras de leer el libro. Julio Cortázar en su “Tablero de dirección” dice que Rayuela es muchos libros, pero sobre todo dos. En el caso de Tebrae, el lector puede leer el libro del primer poema al último siguiendo la costumbre. Fuera de esta lectura del principio al final, tiene múltiples formas de leerlo por temas. Se puede coger en el índice del libro, términos como el amor, el exilio, la guerra, o las libélulas, y leyendo, componer un libro diferente tratando solo de estos temas elegidos. El lector puede también combinar temas como amor y guerra, exilio y patria. Cada combinación crea un libro nuevo dentro del libro, forma una cartografía según sus propias inquietudes. La formación de mapas nuevos según los temas hace de Tebrae un libro infinito como lo dijo el poeta José Manuel Suaréz en su introducción. Es el caso de los Ensayos de Montaigne que en el fondo es un libro compuesto por múltiples libros, según la temática elegida.