Diáspora andalusí muestra, con este artículo, otra de las experiencia de la diáspora y exilio andalusí. En esta ocasión esa diáspora penetró en lo más profundo del territorio sub sahariano cuyo centro se localiza en Tombuctú.
Abarbanel, Farías o Pinedo,
arrojados de España por impía
persecución, conservan todavía
la llave de una casa de Toledo.
Libres ahora de esperanza y miedo,
miran la llave al declinar el día;
en el bronce hay ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo.
Jorge Luis Borges
La anterior cita es el encabezamiento del documento titulado “El tesoro mejor guardado de Tombuctú” escrito por Inmaculada García Guadalupe, en el que nos explica:
La llave legendaria a la que alude Borges como símbolo, llevada por los judíos sefardíes en su destierro de España, podría ser también la de los mudéjares expulsados de Al-Ándalus en el siglo XV , época en la que una España intolerante, envanecida con los triunfos cristianos de la Reconquista, decidió romper, a medida que este proceso avanzaba, con siglos de convivencia, en muchos casos ejemplar y fructífera, entre cristianos, judíos y musulmanes. De esta manera, Sefarad y Al-Ándalus pasaron a convertirse para el imaginario colectivo de generaciones de judíos y musulmanes en un lugar cargado de nostalgia al que siempre anhelaron regresar. Entre los mudéjares forzados al exilio por la persecución de la Inquisición sobresale la historia de Ali Ben Ziyad al-Quti, un musulmán que en 1468 abandonó su Toledo natal con su bien más preciado, su biblioteca, para arribar luego de una sorprendente travesía por las ardientes arenas del Sáhara a la otrora fabulosa ciudad de Tombuctú, donde sus descendientes habrían de batallar a lo largo de seis siglos con los avatar es del tiempo para preservar de la corrupción este tesoro de la sabiduría acumulada en los libros que gracias a la tarea y el cuidado de Ismael Diadié, el último descendiente de la familia Kati asentado en África, ha vuelto a resurgir de las arenas del desierto como un oro invaluable para dotar de nueva luz a nuestra historia.
Y según nos ha explicado el mismo Ismael Diadié Haidara, “existen actas de matrimonio, fechados en el año 1591, relativo al sefardí Ba Azan Ferrero (o Ferer según las fuentes) casado en la familia Kati. Nació en Dubrovnik aunque las fuentes le llaman el griego. Un morisco casado el mismo año en la familia Kati es Amar al-Fata de Cuevas del Almanzora… Tengo escrito dos libros sobre sefardíes y moriscos en Tombuctú”.
“En el siglo XII, al-Zuhri (549-556/1154-61) hace mención en su Yugrafiya (539/1154-61) que una tribu de origen judía, los Yinawa quienes vivían entre el Karafun y Gao seguían la religión hebrea, lean la Thora y hacían comercio con al-Andalus y el Sahara. Siglos más tarde, Abraham Cresques, un judío de Mallorca sitúa con precisión Tombuctú en el Atlas catalán (1375). Después de la expulsión de los judíos de España, son muchos los que se instalaron en varios puertos saharianos del comercio del oro y de la Sal. Muchos serán condenados a convertirse o a ser exterminados. Seguirán en el XVI la bajada del sefardí griego Azan Ferrer (o Ferero), en el XVIII, la de los Kuhin (Cohen) de Fez y en el XIX muchos, entre ellos Dhimmi Eliahu también conocido por los franceses como Leon Hebreo se instalan en Tombuctú y participan activamente al comercio transahariano. Este libro es un resumen de la edición francesa que publiqué con el título Les Juifs à Tombuctú en Bamako en el año 1999”.
Y será en este contexto temporal y geográfico en el que dio origen a la “Biblioteca de Tombuctú”, biblioteca que ha sufrido diversos avatares naturales y humanos a lo largo de estos siglos. El último el que protagonizaron los fundamentalistas yihadistas, contrarios a la existencia de dicha biblioteca y lo que ella representa.
Como sigue explicando Inmaculada García Guadalupe:
El periplo que condujo de Toledo a la legendaria ciudad de Tombuctú a Ali Ben Ziyad se prolongó algo más de dos años, tiempo en el que recorrió parte de la península ibérica, casi todo el Magreb, peregrinó a La Meca y atravesó el Tanezruf para llegar a Walata, la antigua Biru. Durante su viaje fue adquiriendo numerosos manuscritos, como por ejemplo una biografía del Profeta del islam, obra de Cadi Iyad al-andalusí de Ceuta, titulada Kitab as-Shifa, en la que anotó que la había comprado por 225 gramos de oro en el Bilad as-Sudan (el País de los Negr os) el 22 de julio de 1468 y dejó constancia de que había partido de Toledo con una biblioteca de 400 volúmenes. Al llegar a esta región se encontró con otros andalusíes que ya vivían allí y que como él se habían visto forzados a emigrar a causa de la persecución desatada en la península, éxodo que se vería incrementado a raíz de la caída del reino nazarí de Granada en 1492. Entre los andalusíes y moriscos que abandonaron el territorio peninsular hemos de mencionar al arquitecto Es Saheli –al que aún hoy en día se conoce como “El granadino”– y al poeta Fazzazi al-Quturbi (Córdoba 1229-Marrakech 1290), mote que traduce “El cordobés”. Es Saheli construyó en el año 1325 la mezquita de Yinguereber y con ello dio origen a lo que se conoce como arquitectura sudanesa de la curva del río Níger, de gran influencia en toda la arquitectura sahariana y subsahariana, estilo que se caracteriza por ser simple en sus materiales y en su diseño, y a la vez por poseer un marcado carácter espiritual. El poeta AlFazzazi, un gran desconocido en España, es autor de El libro de las virtudes, poemario que aún hoy en día sigue recitándose con profunda emoción en la ceremonia religiosa que se celebra el día de la conmemoración del profeta Muhammad, no sólo en Tombuctú sino en todas las ciudades sahelianas del Níger.

Lectura del libro: De Toledo a Tombuctú. Un Camino de manuscritos, escrito por Ismael Diadié Haidara y Antonio Llaguno Rojas
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